El viernes pasado decidimos que la película de esa noche sería una adaptación de un libro. Consulté mi lista y me decidí por Lo que queda del día, dirigida en 1993 por James Ivory y protagonizada por Anthony Hopkins y Emma Thompson. Con estas credenciales nadie dudaría de la calidad. Pero la calidad no se la dan ni Ivory, ni Hopkins -que a veces la lía con los papeles que acepta-, ni la Thompson -que nunca me ha defraudado-, si no el guión, escrito por Ruth Prawer Jhabvala a partir del libro de Kazuo Ishiguro Los restos del día (Anagrama).
Al igual que la primera vez que la vi, la película me dejó un poso de tristeza, de pena por el Sr. Stevens, un hombre incapaz de romper la carcasa en la que se ha metido. Siempre había pensado que el Stevens amaba a Miss Kenton, pero que era incapaz de salir de si mismo y decírselo (fantástico Hopkins tragándose los sentimientos). Ayer se me ocurrió una lectura más terrible: que el Sr. Stevens es incapaz de amar y que sólo quiere tener cerca a Miss Kenton como parte de un entorno agradable, como cualquiera de los objetos de los que se rodea en su cómodo despacho. Un poco tremendo, la verdad.
En fin, una buena recomendación, sobre todo el libro, que es muy superior a la película. Ficha técnica y sinopsis del libro.
Tomo nota de la recomendicación del libro. A mi la película me encantó.
ResponderEliminarHola Molinos. El libro te gustará, seguro. Gracias por la visita
ResponderEliminarLa película la vi hace muchos años, por allá por 1995 o 1996, si mal no recuerdo. Después no la he vuelto a ver de nuevo, por lo que hay muchos detalles que ahora se me escapan. El libro, en cambio, lo he acabado el lunes de esta semana. Me pareció un buen libro, una buena continuación para el que había acabado justo antes: El gatorpardo, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Creo que mabos comparten algo en común, como es el deseo de aferrarse a un mundo que desaparece. El Prínicipe Salina haciendo recuerdos frente a la venta de un hotel poco antes de morir es muy parecido a Mr. Stevens, una persona que nunca ha tenido más vida que la significaba servir a Lord Darlington. El libro me ha dejado la misma impresión: Mr. Stevens es incapaz de amar, porque no es él, sino un personaje (el mayordomo de Darlington Hall) quien se desenvuelve en el mundo. Miss Keeton representa para él ese mundo perdido, esa mansión señorial en sus tiempos de glorias. Quiere tenerla cerca más para recordar una época que se niega a considerar pasada que por el amor que pudiera sentir hacia una mujer casada y que pronto será abuela. El diálogo final con el mayordomo jubilado muestra a Mr. Stevens tal como es: alguien que se niega a considerar que ya es momento de retirar y, pese a la edad y los errores que comete, quiere seguir sirviendo a su nuevo señor con la misma calidad con que lo hizo con Lord Dalington. Aunque la trama pueda parecer intrascedente, es un libro recomendable.
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