Durante un paseo por las afueras de Ávila, Pedro recibe una extraña enseñanza de don Mateo, su maestro: «—Tal vez el secreto (de la felicidad) —añadió don Mateo— esté en quedarse en poco: lograrlo todo no da la felicidad, porque al tener acompaña siempre el temor de perderlo, que proporciona un desasosiego semejante al de no poseer nada. Debemos vigilar nuestras conquistas terrenas tanto como a nosotros mismos. Son, casi siempre, la causa de la infelicidad de los hombres». La temprana experiencia de la muerte de un ser querido, hace que se grabe profundamente en el corazón de Pedro esa idea expresada por su maestro: «al tener acompaña siempre el temor de perderlo», hasta el punto de organizar su vida según un principio terrible: evitar dar continuidad a sus relaciones personales y evitar profundizar en la amistad con cualquier persona que por alguna razón esté en constante conexión con él; que su corazón no albergue a nadie, para evitar el dolor que le producirá su pérdida. Se convierte así en un ser huraño, autónomo y oscuro, en el que el mundo rebota: «ni yo pasaba de su costra ni él rebasaba la superficie de mi piel». Pero la barrera que Pedro ha construido es derribada, no sin dificultad, por una ley que es más verdad que el mundo: «no es bueno que el hombre esté solo».
La sombra de ciprés es alargada es la primera novela de Miguel Delibes, con la que ganó el Premio Nadal en 1947. Asusta pensar que con 26 ó 27 años alguien pueda escribir algo tan poderoso, tan contundente, tan bueno, y lo escriba tan bien (yo, a mis casi 40 sudo para componer dos párrafos bien hilados para este blog), aunque a ratos me ha parecido que se estancaba un poco. La novela es dura, nada complaciente, da miedo ver al protagonista pasarlo tan mal. Pero, pienso, el fondo es esperanzado; no te deja de bajón, nuevamente pienso, por el trasfondo religioso de la vida que nos muestra al contarnos la vida de Pedro. Se podría decir de Delibes que es existencialmente pesimista, pero ontológicamente optimista. De hecho, el final de la novela está bañado de una serena alegría. Y el final me ha encantado y me ha hecho soltar el aire que se me había estancado en los pulmones ocho páginas mas atrás: «Me sonreía el contorno de Ávila allá, a lo lejos. Del otro lado de la muralla permanecían Martina, doña Gregoria y el señor Lesmes. Y por encima aún me quedaba Dios».
Una novela altamente recomendable y un buen empujón para seguir conociendo a Delibes.
6 de enero de 2010
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La leí de adolescente y me impactó mucho. Después he leído todo lo que ha caído en mis manos de este autor, para mí uno de los mejores escritores españoles contemporáneos.
ResponderEliminarGran autor. Me lo apunto. Pues hasta ahora Delibes no me ha defraudado nunca.
ResponderEliminarHola Pilu. Tienes suerte de haber leído todo o casi. Yo lo tenía apartado por no se qué motivo. Muchos me han dicho que lo leyeron en su adolescencia, y me parece una lectura bastante acertada para esa edad.
ResponderEliminar-
Hola Hilario. Este es verdaderamente bueno: no te defraudará, espero.
Yo he leído algo de Delibes y me gusta, pero este libro lo tengo aparcado, pero lo tomaré.
ResponderEliminarGracias por esa reseña tan buena
Un saludo
Teresa
Yo he leído algo de Delibes y me gusta, pero este libro lo tengo aparcado, pero lo tomaré.
ResponderEliminarGracias por esa reseña tan buena
Un saludo
Teresa
Hola Teresa. Es un buen libro: espero que te guste. Un saludo.
ResponderEliminarme pareció muí bonita
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