1880. Warlock es un pueblo que ha crecido en torno a una mina. Como suele ocurrir en los pueblos fronterizos del Oeste de Estados Unidos en aquella época, tiene problemas de orden público: los vaqueros del rancho San Pablo, capitaneados por Abe McQuown se acercan de vez en cuando y la arman. La cosa está tan mal que el Comité de Ciudadanos de Warlock decide contratar a un comisario para que imponga el orden: Clay Blaisedell, el hombre de la pistolas de oro (el libro fue llevado al cine en 1959 con ese título).
Nunca había leído una de vaqueros y ha sido una buena experiencia. Después de leer Warlock, de Oakley Hall, me he dado cuenta de que el género western está lleno de tópicos, al menos el comercial. Los vaqueros no son delincuentes profesionales, sino tipos que cuidan vacas que, si son un poco marrulleros, la arman. Pero no son tan malos. Los pistoleros no son tipos sin escrúpulos a los que les da igual matar al que se les pone delante: tienen remordimientos. Aquello era territorio sin ley, pero la gente buscaba seguir el dictado de su conciencia y llegaba a morir por ello. Warlock es una buena novela realista, llena de conflictos personales, de situaciones límite, de personajes bien construidos y atractivos. Eso sí, 687 páginas. Pero vale la pena. Esta completa reseña de Javier Cercas me dio la pista.
22 de septiembre de 2009
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Tengo esta novela en mi lista...
ResponderEliminar... pues atácala en cuanto puedas.
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