12 de noviembre de 2010

La piedra lunar (Homo Legens)

Título: La piedra lunar
Autor: Wilkie Collins
Año: 1868
Edición: Homo Legens, 2008

El 4 de mayo de 1799 John Herncastle se apodera, con maneras poco claras, de La piedra lunar, un diamante de color amarillo y gran tamaño, cualidades que hacen de él un objeto valioso, deseable y mágico. Casi cincuenta años después, el diamante llega en forma de regalo de cumpleaños a manos de miss Raquel Verinder, sobrina de John Herncastle. Pero la misma noche del cumpleaños, cuando todos están acostados, el diamante desaparece. El el prefacio del libro Wilkie Collins escribe: "En algunas de mis novelas anteriores me propuse establecer la influencia ejercida por las circunstancias sobre el carácter. En la presente historia he invertido el proceso. Mi meta ha sido señalar aquí la influencia ejercida por el carácter sobre las circunstancias". La verdad es que lo consigue: un caso que habría durado un suspiro en manos de Sherlock Holmes, Philip Marlowe o Kurt Wallander se complica por la extraña actitud de miss Verinder en los primeros compases de la investigación.

El libro está montado dando voz a distintos personajes cuyos relatos van haciendo avanzar la historia: el original mayordomo Betteredge y sus larguísimas digresiones; miss Clack, tía miss Raquel; Matthew Bruff, el abogado de la familia; Franklin Blake, el enamorado; el misterioso Ezra Jennings y el sargento Cuff. Salvo Franklin Blake, los demás narradores tienen una gran personalidad, muy bien dibujada. Es una pena que el sargento Cuff desaparezca rápido -se perfilaba como uno de esos grandes detectives del XIX tipo Holmes- y que Betteredge se enrrolle tanto. Lo más divertido en mi opinión, miss Clack y su cómico puritanismo. El libro es demasiado largo y en su parte intermedia pierde fuerza, hasta casi obligarme a dejarlo, pero la aparición del misterioso Ezra Jennings le vuelve a dar vida y me ha mantenido atento hasta el final. Una B y punto final a Collins.

24 comentarios :

  1. Ay Wilkie Collins, lo que sufrí con La dama de blanco, como tú tuve que obligarme a leer porque si no, no lo acababa, se enrolla como las persianas. Aún así quiero leer La piedra lunar, no quiero que mi única opinión de una autor se base en un único libro. Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Wilkie Collins ... una y no más. La calidad es innegable pero, honradamente, es de los mejores somníferos que conozco.

    ResponderEliminar
  3. A mí me encanta Wilkie Collins... Me gustaron mucho "La piedra lunar", "La dama de blanco" y "Marido y mujer". Pronto me pondré con un librito que escribió conjuntamente con su amigo Charles Dickens, se titula "Callejón sin salida".
    Un saludo,

    ResponderEliminar
  4. A mi también se me hizo muy largo. Pero tiene un buen comienzo y un buen final. Yo tampoco creo que repita con Wilkie.

    ResponderEliminar
  5. A mí también me gusta muchísimo Wilkie Collins esta me la leí en inglés cuándo estuve viviendo en Irlanda. Reconozco que es denso, por eso entiendo vuestros comentarios.

    ResponderEliminar
  6. Qué bien! Una duda menos, porque para somníferos, los cotidianos que no podemos .evitar.
    Un saludo

    ResponderEliminar
  7. Hola Carol. La piedra lunar me parece más legible que La dama de blanco. Ya nos dirás.
    -
    Hola Íñigo. Ya tenemos dos apodos para Collins: Wilkie "el persianero" Collins y Wilkie "el soporífero" Collins (sin dudar de su calidad, claro).
    -
    Hola Carmen. Espero que no te moleste la broma de los apodos de Collins. "Callejón sin salida" me lo ha planteado alguna vez: es cortito, así que no hay peligro de que Collins y Dickens, otro que le gusta escribir largo, se líen.
    -
    Hola Hilario. De acuerdo al 100%.
    -
    Hola Gise. ¡Qué envidia poder leerlo en inglés! Gana seguro, porque intuyo que el inglés de Collins será para disfrutarlo.
    -
    Hola Icíar. Guárdalo en la recámara por si fallan los cotidianos. No es tan soporífero, la verdad, aunque no es trepidante.

    ResponderEliminar
  8. Buf, pensaba que no sabia valorar la buena literatura, pero veo que no soy la unica que los encontro un poco rollo.

    Algo me gustaron, pero es curioso que no recuerdo casi nada de ellos. Con lo largos que son.

    Tampoco me he atrevido a recomendarlos a nadie.

    ResponderEliminar
  9. Yo ya he superado mi etapa snob (los años no caen en balde), y me da igual lo que digan los expertos, los libros son de cada uno. Es más, son como el vino; te tienen que gustar a ti, para empezar, con independencia de lo que diga Parker. Y si sabes demasiado de vino - o de literatura - a veces estas más pendiente de encontrar los recuerdos a frutas del bosque y vainilla - o la ácida crítica a la burguesía decimonónica - y te pierdes el vino, y el libro.

    ResponderEliminar
  10. Mi preferido de Collins es "La dama de blanco". Después de éste, que fue el primero que leí, los demás me han sabido a poco.

    ResponderEliminar
  11. Me gustó mucho La Dama de Blanco, y también El secreto de Sarah, creo que Piedra Lunar es un poco lento....sin embargo quiero leer más a Collins, pues he leído buenos comentarios de Sin nombre, Armadale, Marido y mujer. Ya comentaré.

    ResponderEliminar
  12. Hola Varenka. Como ves aquí hay de todo, gente a la que le encanta Collins, gente a la que le aburre... Lo de la buena literatura y saber valorarla es un tema interesante. Estoy con IEM, el libro es de cada uno. Si no lo has leído te aconsejo "Como una novela", de Daniel Pennac: tiene reflexiones interesantes sobre el tema.
    -
    Hola IEM. De acuerdo al 100%. ¿Quién es Parker?
    -
    Hola Pilu. Si los demás te han sabido a poco, creo que me doy por satisfecho con haber leído La piedra lunar. La verdad es que lo he pasado bien leyéndolo.
    -
    Hola Mistral, bienvenida. Ya nos contarás qué tal son Armadale y compañía.

    ResponderEliminar
  13. Ion, (Robert) Parker es un snob yanki que publica todos los años una guía de vinos (www.erobertparker.com), puntuados del 1 al 100. Es una guía muy afamada, pero es como todo. Hay 95s que te sientan mal, y 89s fantásticos.

    ResponderEliminar
  14. Me alegra que te hayas reencontrado con Wilkie Collins. Para mí, Collins es uno de los mejores novelistas del siglo XIX, muy superior a Dickens. Es de los pocos autores que me cuesta dejar después de haber comenzado. "La piedra lunar" la leí en invierno, alargando bastante las noches. "Marido y mujer", de 600 páginas largas, fue la última novela que leí y tarde pocos días en acabarla; de hecho, no creo que pasara más de una semana. Por ahora estoy dedicado al ensayo y las biografías (el segundo tomo de las de Alejandro Llano, concretamente), pero espero retomar la literatura en Navidades. A ver si vuelvo con un poco de literatura victoriana. También tengo pendiente la biografía de Wilkie Collins, pues su vida fue casi tan interesante e intensa como sus novelas. Te aconsejo leer "La dama de corazones", que mezcla novela y cuento de manera magistral, o "Armadale", que a mí me gustó más que las dos clásicas: "La dama de blanco" y "La piedra lunar". "Sin nombre" también es una buena opción, aunque hay que estar un poco más metido en el universo collinsiano.

    ResponderEliminar
  15. Hola Jaime. Perdona el retraso en contestar. Tomo nota de La dama y Armadale. Sinceramente, no creo que me lance a buscarlos, pero los guardo en el disco duro, por si me cruzo con uno de ellos y de repente me dice "léeme".

    ResponderEliminar
  16. Hola Ion
    Visito tu blog por primera vez y me gusta. Me enganché con este comentario de W Collins, y apoyo la postura de la mayoría: La piedra lunar es el mejor, y punto. Yo leí uno que no vi entre los comentaristas, Las hojas caídas. Una historia romanticosa, con algo del ingenio british de La piedra... , pero finalmente un plomo. En mis tiernas juventudes recuerdo haber terminado La dama de blanco, por algún imperativo que no recuerdo, pero mi alma no la registra entre sus pliegues. Al decir de alguien, "la terminé, pero no podría asegurar que la he leído". Saludos

    ResponderEliminar
  17. ¡Bienvenido, Josebla! Me gusta la frase final de tu comentario. Me ocurre a veces, porque no soy capaz de abandonar un libro, así que lo termino, pero, en efecto, creo que no los leo. "Pero mi alma no la registra entre sus pliegues". Me gusta, bonita y expresiva. Si en algún post te encuentras esta frase y no te cito, reclámala, por favor.

    ResponderEliminar
  18. 'La dama de blanco' no sé, pero la descripción de la protagonista -Laura Fairlie-, es encantadora de lo más encantador de hecho, si de algo me acuerdo disfrutando es leyendo esa descripción. Si alguien lo duda la copio.

    ResponderEliminar
  19. Hola Rostard, bienvenido. Debo confesar que no recuerdo esa descripción de Laura Fairlie (si te soy sincero no recuerdo nada de "La dama de blanco"). Amenazas con copiarla: te lo agradeceremos.

    ResponderEliminar
  20. Espero no estar loco, ahí va:

    "¿Cómo podría describirla?¿cómo podría desgajarla de mis propias sensaciones y de todo lo ocurrido con posterioridad? ¿cómo podría verla de nuevo tal como la vi como apareció ante mis ojos por vez primera, tal como debiera estar ahora mismo ante ante mis ojos que a punto están de contemplarla en estas páginas?
    Se encuentra ahora sobre la mesa en que escribo una acuarela que hice sobre Laura Fairlie en una época un tanto posterior, en la cual la representé en la actitud y en el lugar en que la vi por vez primera. La contemplo, y destacada sobre el trasfondo entre verduzco y ocre del pabellón en medio del jardín se me aparece con brillantez una silueta liviana y juvenil, ataviada con un simple vestido de muselina, cuyo diseño está formado por amplias franjas alternas d azul claro y de blanco. Un chal de esa misma tela envuelve con nitidez sus hombros; le cubre la cabeza un sombrerito de paja de color natural, sencillo y sobriamente adornado con una cinta que hace juego con el vestido, y que proyecta una sombra tenue y perlina sobre la parte superior de su rostro. Su cabello es de una tonalidad castaña tan sumamente clara --no es rubio del todo pero casi igual de luminoso; tampoco dorado, pero casi igual de brillante--, que parece a punto de diluirse aquí y allá entre la sombra que le proporciona el sombrerito. Lo lleva partido con una raya al medio y sujeto tras las orejas, si bien forma unas ondas al atravesar a uno y a otro lado su frente. Tiene las cejas un tanto más oscuras que el cabello, y son sus ojos de ese límpido azul turquesa que tan a menudo han cantado los poetas y que tan raras veces se llega a ver en la vida real. Son unos ojos de un color adorable, de una forma no menos adorable, grandes y tiernos y reposados, pensativos, aunque de una belleza que, por encima de todas las cosas, se halla en la clara, abierta verdad de la mirada que habita en sus honduras, y que trasluce en todos los cambios de expresión la luz propia de un mundo mejor y más puro que este. El encanto --gentil y distinguido al mismo tiempo-- que vierten sobre la totalidad de la cara cubre y transforma de tal modo sus pequeños defectos, naturales en todo ser humano, que resulta difícil estimar los méritos y las tachas relativos del resto de sus rasgos. Es difícil fijarse en que en la parte inferior de la cara es de una delicadeza y un refinamiento quizás excesivos en la barbilla, de modo que tal vez no estén en justa proporción con la parte superior; es difícil darse cuenta de que la nariz, al parecer de una cueva aguileña (siempre algo dura y cuando menos cruel en una mujer, al margen de la abstracta perfección de que pueda estar dotada), ha errado levemente en el extremo opuesto y ha perdido la ideal rectitud de sus líneas; difícil notar que los labios, dulces y sensuales, está sometidos a una mínima contracción cuando sonríe, pues los curva de forma casi inapreciable hacia arriba en una de las comisuras, acercándolos a la mejilla. Tal vez sería posible percibir estos defectos en en rostro de otra mujer, pero nos es fácil percatarse de que existen en el suyo, pues se halla sutilmente relacionados con todo lo que de individual e irrepetible tiene su expresión, al tiempo que ésta depende muy estrechamente, para dar pleno juego y dotar de vivacidad a todos y cada uno de sus rasgos, del impulso móvil de los ojos.

    ResponderEliminar
  21. ¿Acaso mi pobre retrato, fruto del trabajo paciente, del trabajo que más me gusta, realizado a lo largo de muchos días felices, pone de manifiesto todas estas cosas? ¡Ah, qué pocas se encuentran plasmadas en un borroso y mecánico dibujo, y cuántas habitan en cambio en la imaginación que lo contempla! Una delicada muchacha de cabellos claros, con un bonito y liviano vestido, que pasa las hojas de un bloc de dibujo a la vez que mira al frente con sus ojos azules, inocentes, veraces: eso es todo lo que del dibujo se puede deducir; eso es todo, tal vez, lo que quizás el dominio más profundo del pensamiento y de la pluma pueda expresar en su propio lenguaje. La mujer, que es la primera en dar vida, luz y forma a nuestra difusa concepción de la belleza, viene a colmar un vacío de nuestra naturaleza espiritual que ha permanecido ignoto en nosotros hasta el momento de conocerla. Hay atracciones que resultan demasiado hondas para expresarlas mediante las palabras, demasiado hondas para los pensamientos incluso; son atracciones que en tales ocasiones despierta gracias a otros encantos distintos de los que perciben los sentidos, distintos de los que pueden causar nuestros recursos expresivos. El misterio que subyace a la belleza de las mujeres nunca queda al alcance de la expresión hasta que reclama su íntimo parentesco con el misterio más profundo de nuestras almas. Entonces, y solo entonces, rebasa los límites angostos que iluminan, en este mundo, las luces brotadas del pincel y de la pluma.

    Cabría pensar en ella como pensamos en la primera mujer que aceleró el pulso que late en nuestras venas de un modo que el resto de sus congéneres nunca pudo agitar. Que esos sinceros y dulces ojos azules miren de frente a los tuyos, lector, con esa imparable mirada que tan bien recordamos los dos. Que su voz hable con aquella música tan acordada a tu oído como al mío. Que sus pasos, cuando va y viene por estas páginas, sean como aquellos otros pasos alados a cuyo ritmo latía en tiempos tu corazón. Obsérvala y tómala como un visionario engendro de tu fantasía, que ella crecerá hasta alcanzar toda nitidez y aparecer ante tus ojos como la mujer real que habita en los míos.

    Entre las muchas sensaciones que se agolparon en mi interior en cuanto posé los ojos en ella --sensaciones familiares y de todos conocidas, que no en vano brotan a la vida en los corazones de casi todos nosotros, que mueren en tantos más y que renuevan su existencia en los menos-- hubo una que me turbó y me dejó más perplejo que las otras; una, en suma, que me pareció extrañamente incoherente e inexplicablemente fuera de lugar en presencia de la señorita Fairlie.


    A la vívida impresión que me produjo el encanto de su rostro y su rubia cabellera, su dulce expresión y la arrebatadora sencillez de su talante, se mezcló otra impresión que, de forma sombría, me llevó a pensar que algo faltaba. En un momento determinado parecía como si algo faltara en ella; en otro, como si algo faltara en mí mismo, y eso me estorbaba a la hora de comprenderla tal como debiera. Esta impresión siempre era de gran intensidad, por contradictorio que pueda parecer, cuando ella me miraba; dicho de otro modo, era especialmente intensa cuando más consciente era yo de la armonía y el encanto de su cara, aunque al mismo tiempo me turbaba más si cabe debido a esa sensación de carencia cuya raíz me resultaba imposible averiguar. algo faltaba, faltaba algo. Dónde estaba, qué era: eso sí que no llegaba a comprenderlo.

    El efecto que tuvo este curioso capricho de mi imaginación (pues así lo califiqué entonces) no fue de tal naturaleza que me hiciera sentir cómodo cuando tuvo lugar mi primer encuentro con la señorita Fairlie. Las contadas palabras de bienvenida que ella pronunció las recibí yo con tan escasa seguridad en mí mismo que apenas acerté a darle las gracias con las acostumbradas frases de cortesía."

    Homo Legens, 2006. La Mujer de Blanco. págs 65-68.

    ResponderEliminar
  22. No, no estás loco. ¿Qué era ese algo que faltaba?

    ResponderEliminar
  23. No lo sé, pero esa sensación le da un cariz especial al personaje. Quizá al final de la novela hiciera referencia a este detalle, y si fue así no me dí cuenta. Pero la descripción es como el menú de un restaurante de cinco tenedores.

    ResponderEliminar
  24. Un restaurante de 5 tenedores..., la verdad es que sí.

    ResponderEliminar