9 de octubre de 2008

Disparando a perros

No es el tipo de películas que me va -huyo, en general, de los genocidios-, pero me ha gustado. Me parece que, al margen de la historia, que está bien llevada y es conmovedora, la peli da pie a reflexiones interesantes. A cada personaje principal se le plantea un dilema moral (o ético, como prefieras) de no fácil solución, dado lo extremo de la situación: me quedo y muero, o me voy, los dejo ahí y salvo el pellejo. Interesantísimo: el juego entre el hacer lo que debo y el excederse en los deberes: entre el cumplir y la generosidad.
¿Le puedo pedir a alguien que de la vida por otro? Creo que en ninguno de los casos que se plantean en la película podría hacerlo: Joe, el maestro, se marcha porque le da miedo morir, y no hace mal; el oficial de la ONU se lleva a sus chicos, porque le han dicho que lo haga, y no hace mal. Por eso me encanta que se quede sólo el cura, porque le da la gana, y hace muy bien.
Crítica en DeCine 21

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